Con ustedes EL RAMALAZO, producida por Ezequiel Spinelli. Compuesta algunos años atrás y reescrita en los últimos meses, forma parte del grupo de canciones encontradas en cajones desordenados y viejas libretas que desde hace un tiempo estamos registrando en camino hacia #UnTalDacal. La pintura de portada es El durmiente, de Ariel Cusnir. Edita Fábrica de Música.
Soledad, lejanía y distancia son los núcleos de El ramalazo. Una mini suite que recorre la zamba, el pop y la psicodelia en breves minutos.
Por momentos los coros nos remiten a Opus Cuatro, a aquellos ensambles folclóricos de los 60 y 70 que creíamos ya perdidos en el tiempo.
Es notable un balanceo, un vaivén en, al menos, dos partes. La celebración íntima del paisaje, las imágenes que transitan el adentro y el afuera; y por otro lado el deseo de ponerse en el lugar del otro: como el amor, que es vivir en estado de renuncia, que es vivir en el otro, se trata de morir y renacer a cada instante; en atravesar todos los estadios posibles porque, en definitiva, lo que importa es atravesar el ramalazo y encontrarse.
Como Juan L Ortiz, que supo leer el paisaje y la poesía, lo poético como lugar de encuentro (“cruzada o crucificada/por los llamados sin fin,/y tendida humildemente, humildemente, para el invento del amor…”) Pablo Dacal llama y nos enuncia en esta composición como sujetos donde la soledad es inviable, porque el tiempo es cíclico, como ramalazos azarosos que pueden cambiar nuestras vidas para siempre.
Roberto Papateodosio